Por una educación que emociona

Marzo 25, 2025

Por Tomás V. Simon, periodista y docente

Es hora entonces de hablar sobre educación. ¿Qué podría ser más importante?

Un aspecto clave es preguntarse inmediatamente: qué tipo de proyecto desea una comunidad en torno a la idea de educación, incluso antes de afinar esa propia idea.

¿Qué tipo de país queremos? Como mencionó una y otra vez Humberto Maturana, biólogo, educador y pensador chileno, voz más que autorizada para referirse a temas educativos, si se está de acuerdo con un proyecto país que enfatiza la competencia y la desigualdad, entonces su sistema educativo tenderá a ser congruente con ese proyecto país, a saber: una educación discriminadora, basada en el rendimiento individual y que hace competir a las escuelas y a los individuos que las componen según rendimiento en pruebas estandarizadas.

El caso Chileno

Que las cosas sean dichas: una sociedad regida de manera virtualmente totalitaria por las lógicas mercantiles, en donde prevalece la venta de servicios en pos de la acumulación desregulada y profundamente inequitativa de recursos, esencialmente especulativa y basada en estadísticas, no necesita un enfoque humanista, que resulta evidentemente peligroso puesto que -sin duda- cuestionaría su lógica más intrínseca.

El proceso actual de la educación -quizá en todo occidente- es profundamente deshumanizador. El sistema de educación, de origen colonial, está diseñado para producir series de trabajadores obedientes, mano de obra desarticulada y quizá lo más importante para el mercado: consumidores endeudados y deseosos de serlo. No hay demasiado lugar para quienes adquieren un punto de vista consciente: no parece haber lugar para la reflexión analítica, el pensamiento crítico y el despliegue de sentires colectivos que articulen respuestas a los desafíos que enfrenta lo gregario.

Es entonces evidente lo que ocurre: quizá el primer paso para producir individuos de estas características es insertar, lo más temprano posible, el concepto de competencia. Relacionarse con el otro en esta lógica es vincularse pero contra él, no para el o para articular un nosotros colectivo.

Si esto no es lo que se quiere, entonces estamos obligados a formular una reflexión muy seria y luego – inmediatamente- articular un proyecto concreto de desarrollo educacional integral. Si el proyecto país que se prefiere se basa en conductas cooperativas y en la equidad, entonces su ideal pedagógico debería incluir valores como la convivencia colectiva, las conductas colaborativas y la conciencia social. En Centro Terapéutico Neurocupa creemos que esta es la dirección correcta.

Educar ocurre todo el tiempo

El proceso educativo humano no se limita al espacio de encierro de la escuela, institución de encierro con aparición reciente en sociedades como la nuestra (siglo XVIII). Educar es esencialmente un vínculo fuertemente afectivo. Maturana señaló en su libro Del ser al hacer que el niño o la niña en la escuela no aprende matemáticas, sino que aprende a convivir con un profesor de matemáticas. Esta relación entretenida o fascinante algún día quizás la o lo motive a seguir por su cuenta, y se convertirá en un profesor de matemáticas o en un matemático.

Educar nunca se ha tratado de pasar materia – que sucumbe rápidamente ante la eterna fragilidad de la memoria- y de informar o instruir, sino de lo que surge cuando uno piensa en los seres humanos como seres vivos “y en la propiedad constitutiva más propia que tiene que ver con la existencia en el lenguaje, se trata de una coordinación en la conducta, de un fluir conjunto, en la cual dos individuos terminan complementándose en las acciones, fluyendo coordinadamente (…) El aprendizaje tiene que ver con un hacer y no con un informar, tiene que ver con un flujo de haceres”, comenta Jorge Mpodozis, doctor en neurobiología de la Universidad de Chile.

En los pasillos de la Facultad de Ciencias y el departamento pedagógico de la Universidad de Chile se tiene alta estima a Humberto Maturana. No solo por su trayectoria académica destacada en Chile y el mundo, sino más bien porque volcó toda su sensibilidad a cambiar preguntas mal formuladas respecto al sistema educativo, fuertemente influenciado por su formación académica y por Francisco Varela, profesor, biólogo e investigador de la misma universidad, asiduo lector de textos vinculados a la tradición budista. Ambos fueron pioneros en hacerse preguntas distintas desde su posición de docente: ¿Qué escucha el niño realmente, cabe preguntarse, cuando uno está hablando con él? ¿Qué percibe? ¿Teme un acto de agresión? ¿Se siente confrontado con una amenaza? ¿O se siente invitado a la colaboración?

En este sentido, Maturana sugería que era importante distinguir entre “dos tipos de escuchar” al momento de enseñar. Según explica, por un lado está la escucha autorreferencial. donde el profesor solo escucha sus propias creencias, solo se escucha a sí mismo, decantando en juicios del tipo ‘respuesta correcta o incorrecta’. La otra forma de escuchar es empática-activa, es decir, “el profesor no solo escucha el contenido de lo que el otro dice, sino también quien lo dice, cómo lo dice, desde dónde lo dice. Al mismo tiempo, pone atención a su propia forma de escuchar”.

Lo central en educación es prestar atención. No solo a lo que se dice sino también a su contexto. Escuchar implica también estar abierto a la conversación, al intercambio, al flujo. Es la antítesis de la imposición, del autoritarismo disciplinario que dio origen al modelo educativo vigente.

Maturana y Francisco Varela, biólogos, filósofos y académicos chilenos, fueron pioneros en reformular algunas preguntas en torno al sistema educativo que había prevalecido en el chile de los años ochenta, especialmente desde la infancia. Su influencia es inusitada: de los pocos pensadores latinoamericanos que influyeron concretamente en las reformas educacionales implementadas en países desarrollados desde inicios de la década de los noventa en el hemisferio norte.

Su enfoque destaca la importancia de comprender el aprendizaje como un proceso biológico y cultural, donde las emociones, el lenguaje y el juego dialogan en roles fundamentales e interconectados entre si para consolidar en el sujeto un proceso de aprendizaje gozoso, divertido y trascendente.​

La biología del conocer y el amar

Maturana y Varela introducen la biología del conocer, que explica cómo los seres humanos construyen su realidad a través de interacciones recurrentes con su entorno y que se procesan bajo condiciones biológicas elementales, en simbiosis activa con sus emociones y sus percepciones: diálogo que forma los cimientos de la autoafirmación del sujeto sintiente.

En el contexto educativo infantil, esto implica que los niños no son receptores pasivos de información, sino participantes activos que generan conocimiento mediante experiencias y relaciones. Además, la “biología del amar” subraya que el amor y la aceptación son esenciales para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños. Un ambiente educativo basado en el respeto y la confianza permite que los niños exploren, aprendan y jueguen sin temor al error, fomentando una comprensión más profunda, significativa y trascendente.  

El Rol de las emociones y el lenguaje

Las emociones y el lenguaje son inseparables en el proceso educativo. Configuran la disposición de los niños para aprender, mientras que el lenguaje facilita la construcción compartida de significados y significantes. Una educación que integra conscientemente las emociones y promueve un lenguaje enriquecedor, contribuye al desarrollo integral de los niños y su capacidad tanto para sobreponerse a las dificultades propias de la vida, como a apreciar sus pasiones interiores, mejorar su resiliencia y consolidar un punto de vista consciente sobre la vida. ​

La importancia del error en el aprendizaje

Maturana también destaca la relevancia de valorar los errores en el proceso educativo. En una educación que a menudo condena  y castiga los fracasos, él nos recuerda el derecho a equivocarnos y a cambiar de opinión. Valorar los errores de los niños y ayudarlos a reconocer sus desaciertos de manera amorosa fortalece su aprendizaje y contribuye a construir una sociedad más comprensiva y resiliente.

Mediante este artículo, los invitamos a seguir fomentando la discusión sobre lo que, creemos, es lo más importante dentro de una sociedad: la educación de sus integrantes.

Los invitamos a profundizar estos temas revisando la siguiente entrevista:

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