Crianza Respetuosa: concepto, base y reflexiones

Noviembre 12, 2024

El concepto de crianza respetuosa tiene sus raíces en enfoques filosóficos y psicológicos que promovieron la comprensión y el respeto hacia el niño como individuo. Una particularidad epistemológica -si se quiere- que, en la opinión de los autores de este artículo, no permeó las bases de la cosmovisión educativa que se plasmó sobre todo desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX e incluso hasta hoy.

Interesante entonces rastrear el origen del término. Apreciaciones puramente teóricas, justo en el comienzo de una Revolución Industrial que cambiaría para siempre el devenir social y en donde lo disciplinario se sitúa – al son de la maquinaria industrial- como la base por excelencia.  

En este artículo exploraremos el origen de este concepto, su aplicación actual, y cómo la neurodivergencia ha exigido una adaptación fundamental en las estrategias de crianza.

Orígenes

Para profundizar en la historia del término “crianza respetuosa”, es útil entender la evolución de las ideas sobre la infancia y el trato a los niños, y cómo han cambiado en relación con los valores sociales y culturales de distintas épocas.

La concepción de la infancia como una etapa de desarrollo importante, con necesidades únicas y digna de atención, no siempre fue común. Hasta bien entrada la Edad Media, los niños eran a menudo vistos como “adultos en miniatura”, y la crianza se centraba en disciplinarlos para que cumplieran con roles establecidos desde edades tempranas (cuestión que incluso hoy no ha sido del todo superada).

Esta visión cambió notablemente con el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVIII, al irrumpir con su obra Émile, ou De l’éducation, dónde la educación debía respetar la naturaleza y el ritmo individual de cada niño.

Sostenía  – en rasgos generales- que los niños tenían su propia manera de ver y experimentar el mundo y que la crianza debía ser un proceso que favoreciera su desarrollo natural en lugar de imponerles normas adultas de conducta. Esta idea puso – casi doscientos años más tarde- las bases de lo que luego sería la crianza respetuosa, al proponer un enfoque basado en la comprensión de las características únicas de cada niño en su infancia.

Psicología y disciplina positiva en el Siglo XX

 La psicología moderna, especialmente a través de figuras como John Bowlby y su teoría del apego en la década de 1950, cambió la forma en que se entendía la relación entre padres e hijos. La teoría del apego subrayaba que los lazos emocionales seguros en la infancia eran fundamentales para un desarrollo emocional saludable, y que los niños necesitaban sentir una conexión amorosa y de confianza con sus cuidadores.

A partir de esta visión, surgió el enfoque de la “disciplina positiva” propuesto por Alfred Adler y Rudolf Dreikurs. Ellos argumentaban que la disciplina no debía basarse en el castigo, sino en el respeto mutuo y en técnicas que fomentaran la auto-regulación y la responsabilidad en los niños. La disciplina positiva sentó las bases del respeto y el entendimiento en la crianza, conceptos que luego se consolidaron en la crianza respetuosa moderna.

Volvamos atrás. La idea de tratar a los niños como seres complejos con emociones y pensamientos propios comienza a tomar forma durante el pensamiento filosófico del siglo XVIII, especialmente con el influyente trabajo de Jean-Jacques Rousseau. En su obra Émile, ou De l’éducation (1762). La psicología moderna leyó esta sensibilidad y comenzó a estudiarla metodológicamente ya entrado el siglo XX.

Rousseau proponía que los niños debían ser tratados en armonía con sus necesidades naturales y con su bondad esencial (cuestión que el postulaba como base de todo individuo inserto en un entramado social inevitablemente corrompido), un planteamiento revolucionario en una época en que la crianza se caracterizaba por la severidad y la disciplina rígida, herencia directa del modo disciplinario militar.

El modo de enseñanza que se ha desarrollado desde el siglo XVIII tiene una base evidentemente disciplinaria: una clara tendencia a modelar el sentir del ser  humano lejos de emociones no funcionales a las necesidades del poder y, al mismo tiempo, una necesidad obsesiva por mantenerlas reguladas y definidas mediante un complejo sistema moral de carácter, al  menos, autoritario.

 Más interesa disciplinar al individuo acorde al sistema productivo dominante que entregarle un repertorio de valores eventualmente emancipatorio, como es comprobable revisando los sistemas educacionales que adoptó el aparato estatal y privado durante todo el siglo XIX.

Es durante el siglo XX donde la psicología y la pedagogía desarrollaron la idea de considerar lo emocional como parte esencial en un sistema educativo genuino, con tintes emancipatorios. La teoría del apego de John Bowlby y el concepto de “disciplina positiva” promovido por psicólogos como Alfred Adler y Rudolf Dreikurs abogaban por prácticas basadas en la empatía y la comunicación respetuosa. Estos enfoques subrayaban la importancia de entender y atender las necesidades emocionales de los niños, más que imponer el control y la obediencia irreflexiva sobre ellos, para hacer efectivas las estrategias de aprendizaje.

La crianza respetuosa en la Cultura Contemporánea

El término “crianza respetuosa” ha evolucionado para abarcar prácticas y valores que promueven el desarrollo emocional y social de los niños, respetando su autonomía y dignidad en tanto sujeto y en pos de construir un vivir armónico y sanador. En la actualidad, la crianza respetuosa se refiere a un conjunto de prácticas que buscan comprender al niño y validar sus emociones, provocando un obvio contraste con enfoques autoritarios que priorizan la obediencia y el cumplimiento de normas sin atender las necesidades emocionales o las diferencias individuales.

La crianza respetuosa se ha popularizado en gran medida gracias a autores y psicólogos como Janet Lansbury y Alfie Kohn, quienes promueven el respeto y la validación emocional como pilares de una educación sana. Estos autores argumentan que el respeto mutuo y la empatía entre padres e hijos son esenciales para construir relaciones de confianza y fomentar el desarrollo de una autoestima saludable.

Los Años 90 y el surgimiento de la crianza respetuosa como movimiento

Durante los años 90, figuras como la pediatra y escritora española Rosa Jové, autora de Dormir sin lágrimas y La crianza feliz, abogaron por un enfoque en el que el respeto y la empatía hacia el niño fueran pilares de la crianza.

Simultáneamente, autores como William y Martha Sears, creadores del concepto de “crianza con apego”, defendieron una crianza basada en la sensibilidad a las necesidades emocionales del niño, con estrategias como la lactancia prolongada, el contacto físico cercano y la respuesta rápida a las necesidades de los niños. Este enfoque no solo subrayaba la importancia de la conexión emocional, sino que también enfatizaba el respeto hacia el niño como un ser humano completo y con derecho a una atención sensible y empática.

Diversificación de estrategias: crianza respetuosa y neurodivergencia

Uno de los aspectos cruciales de la crianza respetuosa en la actualidad es su adaptación a las necesidades de los niños neurodivergentes, es decir, aquellos con condiciones como autismo, dislexia, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), y otros tipos de variaciones neurológicas.

Es claro que los cerebros neurodivergentes desafían de manera radical los métodos de crianza convencionales, que suelen basarse en suposiciones sobre un desarrollo neurológico de base neurotípico. Los niños que poseen cerebros neurodivergentes pueden tener necesidades sensoriales, sociales y emocionales diferentes que requieren enfoques de crianza flexibles y personalizados. Así como este cerebro tan particular propone una línea de fuga en la norma, el sistema educativo queda obsoleto ante su detección desde la ciencia occidental. Urge entonces cambiar de estrategia.

La crianza respetuosa, al centrarse en el respeto por las diferencias individuales exige estrategias que cambien la tendencia: ¿Cómo pensar un sistema educativo que considere al individuo con características específicas cuando ya han pasado trescientos años educando en serie? Esta es, a modo de postulado, una de las preguntas centrales que emergen actualmente.

Adoptar una crianza respetuosa para niños neurodivergentes es una cuestión de respeto a su individualidad y de apoyo a su desarrollo integral. Los estudios sugieren que cuando los padres y cuidadores emplean estrategias basadas en la validación y la comprensión de las diferencias neurológicas, poniendo su figura de autoridad como un elemento regulatorio más que impositivo o castigador, se pueden reducir problemas de ansiedad, depresión y otros retos de salud mental en la infancia y la adolescencia. Además, estos enfoques fomentan la autonomía y el bienestar emocional, elementos esenciales para una vida plena.

La crianza respetuosa se presenta, entonces, no solo como un estilo de crianza sino como una respuesta ética y social a la diversidad humana. Al reconocer las diferencias y adaptar los métodos de crianza, los padres pueden nutrir un ambiente donde cada niño se sienta valorado, comprendido y apoyado en su crecimiento personal, siendo este un desafío tanto dentro de los sistemas educativos actuales, como en las relaciones familiares.

Esperamos que este articulo aporte al entendimiento de este enfoque. Postulamos que es importante abrir el debate para ampliar metodologías, ideas, enfoques y prácticas para mejorar, como adultos, nuestros recursos en cuanto a criar a las futuras generaciones. Es un desafío descomunal, sin embargo, no imposible.

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Crianza respetuosa y límites claros: la consistencia del desarrollo cerebral

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