Todos tenemos alguien cercano que tiene algún hijo o hermano con un trastorno del neurodesarrollo, como los Trastornos del espectro autista (TEA) o el Trastorno por Déficit de Atención con hiperactividad (TDAH). Estos trastornos muchas veces no son tratados por diferentes motivos. Uno de ellos es subestimar sus síntomas, dado que no presentan tantas dificultades conductuales o escolares. Sin embargo, los trastornos del neurodesarrollo no solo nos afectan cuando somos pequeños, sino también tienen una gran incidencia cuando somos adultos.
Por ejemplo, según metaanálisis, se señala que el 39.6% de las personas con TEA pueden llegar a tener un trastorno de ansiedad en algún momento de sus vidas (van Steensel FJ, 2011). Otros estudios más recientes indican que las personas dentro de esta condición tienen 4 veces más posibilidades de experimentar depresión (Hudson C.C, 2019). Incluso, hasta el 12% pueden llegar a presentar esquizofrenia o síntomas psicóticos (Lacy, 2013). Estas son algunas de las patologías que pueden ser asociadas al TEA, pero existen muchas más.
Lo anterior no se menciona con el propósito de ser alarmistas, sino con el objetivo de brindar la importancia que tiene un diagnóstico y tratamiento oportuno para los niños dentro de la neurodiversidad. No se trata solo de las dificultades actuales, las cuales pueden estar cubiertas por un contexto amigable y exigencias acordes a las capacidades del niño, sino también de poder anticiparnos al desarrollo de una mentalidad sana en sus siguientes etapas.
Se sabe muy bien que mientras vamos creciendo se presentan diferentes dificultades en nuestras vidas llamadas, en lenguaje terapéutico, “crisis normativas”, las cuales son transitorias, pero pueden ser una fuente de estrés intenso, en medida que conllevan nuevas responsabilidades y tipos de relaciones que pueden causar ciertos niveles de desorganización personal y familiar. Algunos ejemplos pueden ser el nacimiento del primer hijo, el nido vacío, muertes de seres cercanos, cambios de trabajo, entre otros.
Por esta razón, es importante brindarles la confianza y las habilidades mentales necesarias a nuestros hijos en las etapas de la niñez y la adolescencia, con el propósito de dotarles de herramientas para sortear las vicisitudes propias de la vida. Es fundamental, tanto para personas neurodiversas como neurotípicas, monitorear su salud mental durante todo su ciclo de vida.
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